Las primeras 24 horas en casa con tu recién nacido: Es posible que te hayan dicho que un recién nacido no hace más que comer, dormir, llorar y por supuesto, pipí y popó. Suena muy fácil, ¿cierto? Y con el tiempo lo será, pero lo más probable es que al principio no todo sea tan sencillo. 

Al leer este artículo, los primeros días en casa con tu bebé serán menos abrumadores, ya que sabrás qué es lo que puedes esperar.

Para ayudar a futuras mamás como tú, hablamos con las pediatras y madres, Laura Jana y Jennifer Shu, quienes han escrito un libro específicamente sobre este tema.

A continuación te resumimos algunas de las recomendaciones que detallan en la tercera edición de Heading Home With Your Newborn: From Birth to Reality (Llegar a casa con tu recién nacido: del nacimiento a la realidad), publicado por la Academia Estadounidense de Pediatría.

La alimentación

Puesto que sus estómagos son tan diminutos, los recién nacidos comen pequeñísimas cantidades de alimento (de 29 a 89 mililitros, o 1 a 3 onzas) y lo hacen frecuentemente. Algunos quieren el pecho o el biberón cada dos o tres horas, mientras que otros tienen hambre incluso más a menudo.

Algunos bebés anuncian que tienen hambre a fuertes gritos. Sin embargo, otros dan señales más sutiles cuando quieren comer.Se chupan las manitas, mueven la boquita como si quisieran succionar o voltean la cabeza hacia el pecho materno o biberón.

Durante los primeros días de vida, los recién nacidos suelen perder cerca de 7 por ciento de su peso. Aunque esto es completamente normal, querrás alimentar a tu bebé cada dos horas, más o menos, hasta que recupere el peso que tenía al nacer.

Los recién nacidos son muy soñolientos, por eso tal vez tendrás que despertar a tu bebé para alimentarlo y motivarlo a mantenerse despierto mientras come. Para mantenerlo alerta, intenta desnudarlo dejándole solamente el pañal. También puedes frotarle suavemente su cabecita o espalda y hablarle. La meta es que cuando lo lleves a su consulta médica de las 2 semanas, pese lo mismo que pesaba al nacer.

Si amamantas a tu bebé, aprende cómo saber si obtiene suficiente leche. Y si lo alimentas con fórmula, lee qué cantidad necesita según su edad y peso.

Los eructos, hipos y vómitos

Algunos recién nacidos necesitan que los hagan eructar a menudo, mientras que otros lo hacen naturalmente y prácticamente no necesitan ayuda. Si tu bebé se pone inquieto o irritable mientras come, o al terminar de comer, podría ser una señal de que necesita que lo ayudes a eructar.

También puedes intentar sacarle el aire en los siguientes casos:

  • Al alternar pechos.
  • Cada vez que le des 2 o 3 onzas (59 o 88 ml) de leche.
  • Después de cada toma que dure de 10 a 15 minutos.
  • Cuando termine de comer.

Al cabo de uno o dos días de alimentarlo, descubrirás lo que mejor le funciona a tu pequeño.

Sé delicada cuando le saques el aire a tu bebé. No tienes que golpearle la espalda como si fuera un tambor. Mejor masajéasela en movimientos circulares o dale palmaditas suaves.

Hay diferentes posiciones que puedes probar, como sujetarlo verticalmente contra tu pecho con su cabecita apoyada en tu hombro  o sentarlo sobre tus rodillas sujetando su pecho y barbilla con una de tus manos. También acostándolo boca abajo sobre tus piernas.

No te asustes si tu bebé tiene hipo o vomita. Es normal que los bebés tengan hipo y esto no les causa ninguna incomodidad. También es bastante normal que el bebé regurgite o escupa leche durante o después de las comidas, ya sea una pequeña cantidad de comida o lo que parece ser toda la cena.

Sin embargo, si tu bebé vomita en exceso y arquea la espalda o llora cuando lo hace, es bueno que conozcas la diferencia entre el simple reflujo, el cual es normal y mejora a medida que el bebé adquiere mejor control de los músculos de la cabeza, y la enfermedad del reflujo gastroesofágico (o GERD por sus siglas en inglés), la cual requiere tratamiento. Pero no importa cuál sea la causa del reflujo, si tu bebé regurgita con frecuencia, deberás tener siempre una toallita a la mano.

El pipí y la caca

Si amamantas a tu bebé, es probable que haga pipí por lo menos cinco veces al día. Los bebés que son alimentados con leche de fórmula, podrían orinar más y, por lo regular, mojan hasta diez pañales diariamente.

Y en cuanto a la caquita del bebé, el número «normal» de deposiciones diarias también varía. Los bebés que son amamantados tienden a hacer caca más a menudo que los que reciben fórmula, puesto que este último tipo de leche se tarda más en digerir.

Sin embargo, la frecuencia de las deposiciones de los bebés amamantados varía mucho. Puede que algunos evacúen una vez cada cuatro días o incluso más, mientras otros lo hacen cada vez que comen.

Los bebés que se alimentan con fórmula suelen hacer caca dos o tres veces al día, pero esta frecuencia también varía. Algunos hacen popó cada dos días y otros, varias veces al día.

Es recomendable que mantengas un registro de la frecuencia con que tu bebé hace sus necesidades, ya que el médico te hará preguntas específicas sobre la orina y las deposiciones de tu bebé, cuando lo lleves a su primera revisión médica.

Las primeras caquitas del recién nacido, que normalmente ocurren mientras todavía estás en el hospital, se llaman meconio. Estas primeras deposiciones son negras y consistentes, casi como el alquitrán o el chapopote. La caca que les sigue tampoco se parece mucho a la de los adultos.

Prepárate para limpiar caquitas verdosas, color café y luego grumosas y de color mostaza si le das el pecho a tu bebé. Si le das fórmula, la caca tenderá a ser más pastosa y su color podría variar.

Llama al médico si notas cualquier mucosidad blanquecina, hilos o manchas rojizas en la caca de tu bebé, lo cual podría indicar algún problema (el color rojo es una señal de sangre en las heces).

La consistencia normal de la caca también varía de cremosita a aguada y, la de los bebés amamantados, suele ser más suelta. Esto se podría confundir con diarrea.

Lo importante es que te fijes en cualquier cambio, en la frecuencia o consistencia en que tu bebé hace sus necesidades, lo cual no es nada fácil cuando todavía no sabes bien lo que es normal o no para él. Cuando tengas cualquier duda, llama al médico.

La pediatra Jennifer Shu recomienda tener en cuenta lo siguiente, si te sientes confundida: «Todos los bebés son diferentes, no importa si nos referimos a las deposiciones, la alimentación, las horas de sueño o el llanto.

Hay una amplia variedad dentro de lo que se considera normal. Lo que debe preocuparte son los cambios repentinos y cuando sucedan, debes llamar al médico de tu bebé».

El llanto

Tu recién nacido llorará y eso es algo imposible de evitar o prevenir. La frecuencia, la fuerza y la duración del llanto pueden variar y cambiar con el tiempo, señala la pediatra Laura Jana.

Durante los primeros días, muchos recién nacidos son increíblemente tranquilos y dormilones. Pero al cabo de unas dos semanas, algunos suelen llorar un promedio de dos horas al día. (La duración del llanto suele seguir aumentando hasta la sexta u octava semana de vida y luego empieza a disminuir).

Con el tiempo te será más fácil descubrir por qué llora tu bebé. De momento, guíate en las causas más comunes: tiene sucio el pañal, tiene hambre, está cansado o incómodo.

Si nada de esto parece ser el motivo del llanto, puede que a tu bebé le esté molestando el exceso de estímulos. A algunos recién nacidos les fastidian los ambientes muy ajetreados o de mucha actividad.

También habrá ocasiones, en que tu bebé llorará sin ningún motivo aparente y tendrás que descubrir la manera de calmarlo. Recuerda que es imposible malcriar a un recién nacido, o sea que, responde a su llanto con atención y cariño.

Si no puedes descubrir con facilidad la causa del llanto de tu bebé, no te sientas incapaz, frustrada o incompetente. Procura ser menos dura contigo misma. «Todas las mamás primerizas pasan por eso, hasta las ‘expertas'», dice Shu. «Hay ratos en que es obvio lo que tu bebé necesita, pero también hay ocasiones en que ¡simplemente no estás segura de nada!».

Leer también: Caracteristicas normales del recién nacido Parte I

El sueño

Tu recién nacido tiene un estómago pequeñísimo. Así que no dormirá demasiado puesto que se despertará con frecuencia para comer. Pero no te preocupes, que todas estas siestecitas, por más cortas que sean, se van sumando y tu recién nacido llegará a dormir un total de 16 a 18 horas diarias.

Anotar cuándo y dónde duerme tu recién nacido te ayudará a identificar sus patrones de sueño y a contestar las preguntas que te haga el médico.

Afortunadamente, los recién nacidos tienen la increíble capacidad de dormir en prácticamente cualquier lugar. Sea la silla del auto, portabebés, moisés o en tus brazos. Muchos, incluso, prefieren el acogedor y ajustado asiento del auto que su propia cuna. Esto es  porque esa sensación apretadita les recuerda el útero de mamá.

Es por esto que a muchos bebés de pocas semanas también les encanta que los envuelvan apretaditos en una cobija o manta, como tamalitos. Esta forma de envolverlos reproduce el ambiente al que estaba acostumbrado tu pequeño antes de nacer, a la vez que evita que los sobresaltos y reflejos naturales de sus brazos y piernas lo despierten.

No importa dónde lo duermas, acuesta siempre boca arriba a tu bebé y retira cualquier cobija suelta, edredones, almohadas y juguetes del lugar para reducir el riesgo del síndrome de muerte súbita del bebé (SIDS, por sus siglas en inglés) .

También es importante que jamás dejes solo a tu bebé cuando se quede dormido sobre un sofá o una cama, ya que existe el riesgo de que se dé la vuelta y se caiga, aunque todavía no pueda voltearse por sí mismo.

Una vez que esté durmiendo profundamente, no te sorprendas si lo escuchas hacer ruidos raros. Si su respiración suena como si estuviera resfriado, esto es porque los bebés respiran naturalmente por la nariz.

Puesto que tu pequeño aún no tiene la capacidad de limpiarse la nariz, puedes usar una perilla de succión para limpiársela, lo cual le ayudará a respirar, dormir e incluso comer mejor.

La respiración

Hacer pausas al respirar es otra costumbre normal de los recién nacidos. Tu bebé podría empezar a respirar rápidamente, hacer una pausa de algunos segundos y luego empezar a respirar nuevamente. Aunque esto es perfectamente normal, podría ser inquietante para ti.

Las siguientes señales, sin embargo, no son normales y exigen una llamada inmediata al médico:

  • Gruñidos o soplidos al respirar.
  • Dilatación de las ventanas de la nariz al respirar.
  • Retracción del pecho (hundimiento de la piel arriba de la clavícula, entre las costillas y debajo de las costillas).
  • Respiración constantemente acelerada.
  • Resuellos que vienen del pecho (y no de la nariz o garganta, como pasa con una congestión nasal normal).
  • Respiración jadeante y ruidosa (resuellos ruidosos, silbidos o sonidos chirriantes al inspirar y expirar).
  • Pausas de más de 10 a 15 segundos entre inspiraciones.

La hora del baño

Es fácil mantener limpio a tu bebé durante los primeros días. Por ahora, ni siquiera necesitarás una bañerita. No deberás sumergir a tu bebé en agua para bañarlo mientras tenga el muñón umbilical.

Los baños de esponja te ayudarán a mantenerlo limpio durante las primeras dos semanas. De hecho, la limpieza excesiva podría resecar su delicada piel.

Usa una toallita humedecida para limpiar suavemente entre los pliegues de piel del cuello y otras áreas, donde se pueda acumular leche al alimentarlo.

Es recomendable que, la zona del pañal, la limpies al final. Si notas cualquier sarpullido o irritación, aplícale un poco de vaselina o crema para la dermatitis de pañal.

No te sorprendas si la piel de tu recién nacido, no se parece nada a la piel perfecta de los bebés que aparecen en los comerciales. En unos meses tendrá la piel tersa como esos niños.

Muchos recién nacidos presentan una serie de sarpullidos y problemas en la piel, como el eritema tóxico, la «costra láctea», escamitas en la piel, o en general resequedad, al salir de su prolongado baño de nueve meses en líquido amniótico.

También es posible que tu pequeño tenga vello en los hombros y espalda, el cual suele desaparecer al cabo de una o dos semanas.

La ropita

Probablemente preferirás los trajecitos cómodos y fáciles de usar a esos preciosos vestiditos bordados a mano y llenos de volantes, al menos al principio, cuando querrás ropitas prácticas y fáciles de cambiar y que le permitan a tu recién nacido, dormir cómodamente.

Muchos padres optan por camisetas, trajecitos enteros (mamelucos) y pijamas con pies, además de una cobija para envolver al bebé o un saquito de dormir para las noches más frías.

Si a tu bebé no le agradan las prendas que se ponen por la cabeza, o tiene todavía sensible el área del ombligo, prueba los trajes de una sola pieza (estilo kimono) con cierres de presión laterales.

Para mantener calientitos a los bebés, la mayoría de los hospitales les ponen gorros, pero a no ser que esté haciendo mucho frío, el uso de estos gorros es opcional.

Usa tu sentido común, así como tu termostato interno para calcular cuántas capas de ropa necesita tu bebé. Mucha gente se vale de la vieja norma: «lo que estés vistiendo tú, más una capa adicional». Cuando no estés segura, agrégale una manta ligera o un gorrito, los cuales son fáciles de quitar si empieza a hacer calor.

El equipo

Durante el embarazo, es posible que hayas acumulado una gran variedad de artefactos para bebé. De momento, no te harán mucha falta. Lo que verdaderamente es esencial, es un lugar seguro donde tu bebé pueda dormir y por supuesto, una silla infantil para el auto debidamente instalada.

Todos esos artículos extras, como las sillitas que vibran, las alfombritas de actividades, los juguetes y otros aparatos para bebé te serán útiles más adelante. Las necesidades de tu recién nacido son pocas y muy sencillas.

La transición del hospital al hogar

Llegar a casa con un bebé en brazos supone un enorme cambio en tu vida, y no debes esperar adaptarte en el momento en que regreses del hospital.

De hecho, es probable que necesites varios días o meses, para empezar a acostumbrarte. Será sin duda, una etapa muy difícil. Sin embargo, procura ser amable y comprensible contigo misma. Renuncia a la noción de que las cosas «deben» ser de cierta manera. Te ayudará mucho ser flexible.

Tu cuerpo se ve afectado por los cambios hormonales, el proceso de recuperación tras el parto y la falta de sueño.

Tu mente está tratando de adaptarse a esta nueva etapa en tu vida. Habrá ratos en que reirás, llorarás, te frustrarás, te emocionarás y pasarás por una variedad de sentimientos en cuestión de horas, o incluso minutos.

Descubrirás que cuidar de un recién nacido, por más sencillas que sean sus necesidades, consume una cantidad astronómica de tu tiempo. Es posible que algunas veces no puedas realizar algunas de tus propias necesidades básicas (como ducharte por ejemplo).

Tristeza y depresión después del parto
En Estados Unidos, alrededor del 70 al 80 por ciento de las mamás primerizas pasan por una especie de tristeza tras el parto, en las primeras dos semanas después de dar a luz, cuando ocurren grandes cambios hormonales.

Afortunadamente, este periodo de melancolía no dura mucho, y suele desaparecer al cabo de unas dos semanas. Esto es algo que deben saber todas las futuras mamás. Es esencial además que estén atentas a las señales de la depresión posparto.

La depresión posparto es más severa y prolongada que la tristeza posparto, y afecta a una de cada 10 mujeres. Obtener tratamiento es importante tanto para la madre como para el bebé, o sea que si tienes síntomas de depresión posparto, habla con tu pareja o con una amiga o familiar cercano que pueda apoyarte, y explícale tus síntomas a tu médico.

Una forma de combatir la tristeza tras el parto es que procures tener tiempo para ti misma, para cuidarte y mimarte. La ayuda de familiares y amigos es también fundamental.

Si tienes la posibilidad, contrata a alguien que te ayude con los mandados y las tareas domésticas. Deja la pena a un lado y pídeles a tus familiares y amigos que te ayuden, a lavar ropa, cocinar, o limpiar la casa.

Aprovecha los ratos mientras tu bebé duerme para descansar, dormir una siesta, meterte a la ducha o simplemente revisar tus cuentas en las redes sociales, para ponerte al tanto de lo que hacen tus amigos.

Cualquier cosa que te ayude a recargar tu energía antes de que vuelvas a tener que alimentar, cambiar y dormir al bebé, te ayudará.

Los cambios en tu cuerpo

Tu cuerpo está pasando por enormes cambios físicos. Cerca de 72 horas después de dar a luz empezarás a producir leche. Esto suele coincidir con tu primer día en casa con el bebé.

Hasta ahora has estado produciendo el importantísimo líquido rico en anticuerpos conocido como calostro, el cual normalmente es más amarillento que la leche materna.

La lactancia 

Te darás cuenta que te ha bajado la leche porque tus senos se volverán notablemente más llenos, firmes y pesados. En esta etapa es cuando puede ocurrir la inflamación de los senos.

Muchas personas asumen que amamantar es algo que las mujeres saben hacer instintivamente, pero no es raro que surjan algunas dificultades por el camino, sobre todo al principio.

«Aunque hayas sido instruida por una especialista en lactancia o una enfermera del hospital, podrías necesitar ayuda adicional una vez que llegues a casa», dice la asesora de lactancia y educadora perinatal, Sabrina Easterling.

La ayuda de una asesora de lactancia o de un grupo de apoyo a la lactancia, puede ser valiosísima para detectar posibles problemas y obtener la asistencia adecuada durante los primeros días. Con un poco de apoyo, empezarás a afinar tu técnica, desde lograr que el bebé se prenda correctamente al pecho hasta encontrar la posición perfecta para sujetarlo.

Amamantar puede provocar mucho dolor en los pezones. Para prevenir el dolor y el agrietamiento, prueba amamantar a tu bebé en diferentes posiciones.

Otras formas de aliviar el dolor son:

  • Lavarte los pechos con agua.
  • Aplicarte una crema de lanolina purificada después de dar el pecho (esta crema no se tiene que limpiar antes de amamantar).
  • Rociarte unas gotas de tu propia leche para humectar los pezones.
  • Usar bolsas de hielo para reducir la inflamación.

Si no estás segura si tu bebé aún tiene hambre, fíjate si realmente está tragando leche. Si ves que está succionando solo por comodidad y no se está alimentando, prueba ofrecerle tu dedo meñique como «chupete» para darles a tus pechos un descanso.

Si no vas a amamantar

Si has decidido no amamantar, habla con tu médico o con una asesora de lactancia sobre la mejor manera de suprimir la producción de leche. «Una vez que el cuerpo empieza a producir leche, a muchas mujeres les sorprende lo difícil que puede ser interrumpir este proceso sin incomodidad», dice Easterling.

Durante el proceso de interrupción de la lactancia sentirás dolor, debido a la inflamación de los senos. El dolor llegará a su punto máximo de tres a cinco días después de dar a luz y después empezará a desaparecer.

Para aliviarlo, prueba los analgésicos que se venden sin receta médica, bolsas de hielo y un sostén firme. Los descongestionantes también pueden ayudar a acelerar este proceso, puesto que ayudan a secar los tejidos del cuerpo.

Si tuviste un parto vaginal

Si has tenido un parto vaginal, es probable que estés bastante dolorida. Y si has tenido una rasgadura o una episiotomía, el dolor podría ser aún mayor.

Para reducir la hinchazón, aplícate una bolsita de hielo recubierta con una toallita. Hay mujeres que juran que las compresas de hamamelis (en inglés witch hazel), son fantásticas para reducir la inflamación.

Cuando vayas al baño, límpiate con un chorrito de agua en lugar de papel higiénico, ya que este podría causarte dolor. Muchas mujeres sufren de fuerte estreñimiento después del parto y podrían necesitar la ayuda de un purgante.

Además, probablemente necesitarás toallas sanitarias grandes y de mayor absorbencia. Estas servirán para retener el flujo de sangre que baja después del parto conocido como loquios, que cambia de color pasando de rojo, a amarillo, a blanco.

Si tuviste una cesárea

Un parto por cesárea es una cirugía abdominal mayor, y si te la han hecho, necesitarás bastante ayuda durante por lo menos una semana. Desde los quehaceres del hogar hasta alzar a tu bebé para alimentarlo y cambiarle el pañal.

De hecho, muchos médicos les aconsejan a sus pacientes que no levanten ningún peso, mayor que el propio bebé, hasta que reciban el visto bueno en la revisión médica posparto.

Seguramente te darán algún medicamento para el dolor al salir del hospital, y es bueno que anotes qué medicinas tomas y cuándo. Las mamás que ya han pasado por esto, aconsejan no aguantarse el dolor y tomar la cantidad de medicamento que sea necesario.

Llama a tu médico si te sale sangre o pus de la incisión de la cesárea, puesto que esto podría ser una señal de infección o coágulo.

Tanto las mamás que han tenido cesáreas como las que han tenido partos vaginales, deben evitar esforzarse demasiado al ir al baño. Es posible que necesites un ablandador de heces para poder ir al baño las primeras veces.

Tu abdomen

Uno de los aspectos físicos que más asusta a las nuevas mamás, después de dar a luz, podría ser precisamente lo que no cambia: puede que ¡todavía luzcas embarazada!

Pero no te preocupes, que es normal que el cuerpo tarde semanas, o meses, en recuperarse sobretodo el área de la barriguita. Mientras tanto, es perfectamente normal que sigas vistiendo tu ropa de maternidad.

Fuente: BabyCenter

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