Jugar y divertirse
Al jugar los chicos no prestan atención a nada más. Y las recomendaciones de los padres de no ensuciarse, no surten efecto. Ya que ensuciarse, inconscientemente, parecería ser parte de la diversión.
Al jugar los chicos no prestan atención a nada más. Y las recomendaciones de los padres de no ensuciarse, no surten efecto. Ya que ensuciarse, inconscientemente, parecería ser parte de la diversión.
Para los chicos todo es juego y con todo juegan. Desordenan sin tomar real consciencia, o sin darse cuenta. Se ensucian, se manchan, las manos, las piernas, la ropa, con tempera o acuarela, con marcadores o tiza, o con todo junto, y no lo advierten. Por una sencilla razón: están jugando, están divirtiéndose y, por lo tanto, no reparan en el “accidente”. Y cuando lo advierten, es tarde y sus caritas adoptan ciertos gestos de preocupación. No por las manchas o la suciedad en sí, que de todos modos intentan ocultar, tapándose la mancha de la remera, o simplemente refregándose la suciedad de las manos, contra la misma remera. No, la reacción no es por eso. Más bien por el temor al reto de los padres que le advirtieron claramente, y en reiteradas oportunidades, que la tinta de los marcadores no sale de la ropa.
Los adultos deberían entender la situación y ser más flexibles y comprensivos, ya que todos hemos pasado por situaciones similares, en las cuales los chicos se ensucian o manchan por el simple hecho de jugar. Y cuando juegan, se divierten. Y al divertirse nada los preocupa, ni una mancha, ni un rayón de marcador. No están pendientes de ello. Y es normal que así suceda, no lo hacen adrede, es parte del juego, de un proceso creativo, como lo es toda clase de dibujo que realicen más allá de que la superficie elegida para plasmar el insipiente talento pictórico no sea una hoja de papel, sino la maquete, la pared recién pintada o la mismísima ropa
Las advertencias -solapadas amenazas- de diverso calibre, no funcionan como método persuasivo. Al estar inmerso en su propio mundo de juego y diversión, el chico no le presta demasiada atención a ninguna otra cosa. Entonces, ensuciarse, mancharse o colorear donde no se debe, es, para su inocencia, parte del juego. Por esa razón los adultos, que desesperan por encontrarles a ellos un divertimento que los tranquilice, los serene y les evite la exaltación, los gritos, los saltos y el revoleo de juguetes por el aire, sentirán como el efecto de un bálsamo el silencio envolvente de los chicos al dedicarse a pintar o dibujar. Pero ojo. Ese silencio suele ser traicionero. Un principio no escrito dice que al estar los chicos un largo rato callados, sin ruidos, algo raro pasa u algún pequeño desastre debe estar gestándose.
De la redacción de tvcrecer
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