Acompañar a los hijos en el fracaso
Los chicos, desde bebes, tienden a hacer y sostener las cosas con las que logran causar impacto en el entorno. Cuando el bebe sonríe, la mamá le devuelve otra sonrisa más grande que lo invita a su vez a seguir sonriendo? Cuando, en cambio, él le pega, ella se enoja y lo pone en el piso, y así el bebe va aprendiendo lecciones.
Los chicos, desde bebes, tienden a hacer y sostener las cosas con las que logran causar impacto en el entorno. Cuando el bebe sonríe, la mamá le devuelve otra sonrisa más grande que lo invita a su vez a seguir sonriendo? Cuando, en cambio, él le pega, ella se enoja y lo pone en el piso, y así el bebe va aprendiendo lecciones.
Aunque no siempre aprende a dejar de hacer aquellas cosas que enojan a mamá… ¡porque es grande el beneficio secundario de causar un alto impacto! Y deja de importar si es positivo o negativo, porque la tiene muy cerquita y eso es lo que busca y necesita.
Así se arman círculos viciosos difíciles de cortar: mamá mira y reta a Juana cuando se porta mal (en cambio, no se acerca cuando está tranquila, no vaya a ser que se dé cuenta de que la está mirando y empiece de nuevo a hacer macanas), y a Juana no le queda otra salida que volver a portarse mal para que su mamá vuelva a mirarla.
Por eso es tan eficaz la técnica de extinción que propone no hacer caso a las conductas que queremos que desaparezcan, sean malas palabras, insultos o cualquier cosa que no consideremos adecuada.
Desde bebes también tienden a hacer lo que les sale bien. Algunas cosas les interesan, pero rápidamente las abandonan cuando no les salen y no encuentran sostén para seguir intentando. Esto ocurre por la gran necesidad de impactar, brillar y destacarse («narcisismo normal», lo llamamos en psicología) de los niños pequeños: por su falta de confianza en sí mismos y en sus capacidades (inevitables a esas edades) buscan sentirse hábiles y capaces, y también lograr nuestro reconocimiento y admiración. Su propia imagen y el reconocimiento externo son los materiales con los que se construye la autoestima en la infancia.
Entonces? al hacer sistemáticamente lo que les gusta y les sale bien, lo hacen cada vez mejor y tienen más ganas de hacerlo. Y al no hacer lo que no les sale, se alejan cada vez más de la posibilidad de logro y empiezan a decir que no les gusta o que no les interesa, cuando en realidad no lo saben: lo único que saben con certeza es que no les sale.
Toda la vida las cosas fueron así, pero antes no interfería tanto con los aprendizajes porque hace unos años los seres humanos estábamos muy acostumbrados a esperar, a esforzarnos, a frustrarnos, teníamos claro desde muy chicos que casi todo en la vida llevaba tiempo, esfuerzo y sacrificio. Las cosas quizás eran más difíciles, pero además nuestros padres no estaban empeñados en evitarnos sistemáticamente el dolor y el sufrimiento, todos sabíamos que había que «transpirar» mucho para alcanzar casi cualquier objetivo. Y que aun así podíamos no lograrlo. ¡Pero seguíamos intentando!
Se nos abría entonces el abanico de intereses posibles mucho más allá de aquello que nos salía bien, porque nos parecía natural esforzarnos y buscábamos hasta encontrar lo que nos interesaba.
Intentándolo, fortalecíamos el músculo (¿existirá?) del esfuerzo, que luego aplicábamos a todas las tareas, incluidas las escolares.
Como la sociedad y la cultura promueven el todo ya y el éxito instantáneo, nos queda a los padres y las madres la función de acompañar el dolor de nuestros hijos ante sus fracasos reales o ante su miedo al fracaso, invitarlos a volver a intentar y sostener esos intentos.
Es una tarea necesaria e impostergable, porque es más sencillo que lo aprendan cuando se trata de apilar cubitos, armar rompecabezas o andar en bici sin rueditas (actividades que tienen un objetivo cercano) que cuando no pueden resolver una regla de tres simple, un análisis sintáctico o saltar unas vallas en educación física.
tvcrecer agradece a Lic. Maritchu Seitún
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