¿Cuándo surge? ¿Cuántos tipos existen? ¿Cómo evoluciona en los primeros años? ¿Y por qué no recordamos nada del principio de nuestra vida? Te lo contamos todo… para que no te olvides de nada.

 

El origen de la memoria

Si no recuerdo mal, fue Napoleón Bonaparte quien dijo que “una cabeza sin memoria es como una fortaleza sin guarnición”. Es cierto. La memoria es la función cerebral que permite a nuestro organismo codificar, almacenar y recuperar la información del pasado, gracias a una compleja red de conexiones neuronales. “Las células nerviosas que la activan se desarrollan durante la gestación –sobre todo a partir del tercer trimestre–, de modo que se ha demostrado que un bebé, desde muy temprana edad, tiene recuerdos”, dice Carme Fons, adjunta al Servicio de Neurología Infantil del Hospital Sant Joan de Deu de Barcelona. A partir de ese instante la memoria evoluciona lentamente durante el primer año de vida y luego crece de forma permanente. Pero ¿cómo se activa? ¿cuándo se desarrolla?, ¿cómo se estimula? Empecemos por el principio.

 

Reconocimiento vs recuerdo

Para hablar de la memoria y de cómo evoluciona en la infancia, es importante que, de entrada, separemos dos conceptos diferentes. Una cosa es el reconocimiento y otra, el recuerdo. El primero es la capacidad de identificar algo ya conocido, mientras que el segundo es la capacidad de evocar el conocimiento durante un corto periodo de tiempo de algo que está en la memoria.
“Un contacto de tan solo 12 horas es suficiente para que un bebé reconozca la voz de su madre”, ilustra Carme Fons.
En efecto, numerosos estudios han demostrado que los bebés pueden reconocer la voz materna o incluso una melodía que escucharon durante el embarazo. Sin embargo, aún les falta desarrollar la conciencia espacio-temporal, de manera que son incapaces de catalogar esos recuerdos.
“La memoria auditiva fetal es la respuesta del feto a los estímulos auditivos a los que ha estado expuesto de forma reiterada durante la gestación y está presente desde las 30 semanas de embarazo”, cuenta Fons, que apunta a un informe que comprobó que fetos de entre 35 y 38 semanas, expuestos durante tres semanas a una melodía específica en el útero, reaccionaban a esa misma melodía al mes de nacer.

 

La memoria se forma en el útero

Algo parecido sugiere la investigadora finlandesa Minna Huotilainen, autora de un experimento revolucionario: desde la semana 29 de gestación hasta el parto, un grupo de mujeres escuchó cientos de veces una misma palabra con tres sílabas –tatata–, que no significa nada. Tras el nacimiento, se usaron escáneres para evaluar el cerebro de los bebés. Y la inmensa mayoría reaccionó ante esa palabra. Así, los resultados parecen concluyentes: a pesar de que el cerebro del feto todavía está en fase de desarrollo, puede recordar canciones o fragmentos del habla. Dicho de otra manera: la memoria se forma en el útero y no desde el nacimiento.

 

Por qué olvidamos los primeros años

Amnesia infantil…
Entonces, ¿por qué no nos acordamos de las experiencias vividas en nuestros primeros años de vida? La respuesta tiene nombre: amnesia infantil. “Se produce porque los bebés no disponen de mecanismos cerebrales para almacenar las experiencias y a continuación procesarlas. Pero esas vivencias existen y el cerebro las tiene archivadas, no las ha olvidado”, cuenta Fons. De hecho, sirven de base para futuras experiencias y reacciones aunque no afloran en forma de recuerdo. “No obstante, en ocasiones sí pueden surgir de modo espontáneo”, matiza la neuropediatra.

…O limpieza de la mente
No es la única teoría que explica por qué no tenemos recuerdos antes de los 3 años. Otra se basa en el trabajo de un grupo de neurocientíficos canadienses que hace poco más de un año descubrió que la alta producción de neuronas –neurogénesis– en el hipocampo del cerebro durante los primeros años de vida de un niño “limpia” su mente, desecha lo que no le es útil. El hipocampo no sería, pues, capaz de almacenar todos los recuerdos vividos.

La primera memoria
Los expertos hablan de una primera memoria, llamada de reconocimiento, que permite al bebé reaccionar a los olores o a los sonidos por recuerdo inconsciente. “Aún no tiene memoria a corto plazo, por lo que le es imposible recordar algo vivido con anterioridad”, afirma la psiconeuróloga Roser Colomé. A medida que van pasando sus primeras semanas de vida, el bebé observa actos de rutina que se repiten de manera constante, lo que empieza a desarrollar su memoria a corto plazo.

Su capacidad memorística en cada edad

Así es a los 3 meses
El bebé a esta edad puede imitar ciertas acciones. La memoria le permite, además, diferenciar objetos que ya conoce de aquellos que le resultan desconocidos. “Los bebés de 3 meses ya son capaces de guardar información visual durante 10 segundos”, explica Carme Fons.
Cómo funciona a los 6 meses
La memoria le ayuda a reconocer a personas más allá de su entorno cercano si las ha visto con anterioridad. Y, sobre, todo, le ayuda en su relación causa-efecto. “Sabe, por ejemplo, que si aprieta un botón de su juguete favorito sonará una música o se pondrá en movimiento”, ilustra Fons. Y así con todo. “Sin embargo, no es posible saber a ciencia cierta si tiene memoria consciente, ya que aún no puede expresarlo a través del habla”, matiza.
A los 9 meses
Su memoria le permite retener información y compararla con la nueva que va adquiriendo. “Es a esta edad o un poco más adelante cuando puede recordar dónde dejó un objeto y tratar de recuperarlo”, aclara Roser Colomé.
Sus recuerdos a partir de 1 año
Se produce un cambio esencial en el proceso, ya que el niño empieza a familiarizarse con las palabras. La introducción paulatina del lenguaje, que ayuda a fijar los recuerdos, marca un punto de inflexión. “Reconoce lugares en los que ya ha estado y se alegra o se asusta por asociación”, cuenta la neuropediatra. “A los 13 meses puede tener un recuerdo demorado de situaciones concretas como, por ejemplo, recordar la experiencia negativa de un pinchazo y llorar al ver una bata blanca”.
A los 2 años, memoria consciente
La memoria del niño de 24-36 meses ya es totalmente consciente. En la primera fase, la memoria visual –la capacidad de retener una imagen a corto plazo– es más potente que la verbal, pero se va reduciendo a medida que el lenguaje gana terreno en su cerebro.

 

No todos recordamos igual

No hay reglas fijas. Hay quien no recuerda nada anterior a los 8 años y hay personas que se acuerdan de cosas vividas antes de los 3 años de edad (no es habitual). “Suelen ser hechos de corta duración, asociados a sucesos que causaron impresión”, indica Roser Colomé. Pero los expertos coinciden en algo: nuestra memoria no es perfecta. El olvido es un fenómeno normal del sistema de memoria humano. “A medida que aprendemos cosas nuevas se producen más interferencias cerebrales y perdemos poco a poco información previamente registrada”, concluyen nuestras asesoras. Una dosis de ejercicio mental y una alimentación rica en Omega3 son dos excelentes soluciones. Y por cierto, mi memoria no me ha fallado: sí fue Napoleón el autor de la cita que abre este reportaje.

 

Los diferentes tipos de memoria

Existen varios tipos de memoria que podemos utilizar de forma simultánea. Recuerda:

Memoria sensorial. De duración muy breve, sirve para asegurar la percepción.
Memoria a corto plazo. Es un sistema para almacenar información durante un periodo de tiempo determinado. Puede durar varios segundos.
Memoria a largo plazo. Permite guardar la información durante años. Existen varios subtipos: la memoria episódica, que permite almacenar episodios concretos de la vida (qué he comido hoy); la memoria semántica, que retiene conocimientos del mundo (2 + 2 son 4).
Y la memoria procedimental. Es la que nos permite realizar acciones tras aprenderlas (como montar en bicicleta).

 

Ejercita la memoria de tu bebé

Estimula su capacidad de aprendizaje a través de estos sencillos ejercicios:

Cucú: El recuerdo está relacionado con la observación. Escondele objetos y hace que reaparezcan de nuevo.
Rutina: El contacto continuado con personas y objetos le ayuda a recordar. Mantén unas pautas de vida.
Curiosidad: Estimulalo a probar cosas diferentes, a tocar, a observar y a escuchar… Tene en cuenta que la curiosidad es el mejor estímulo para el cerebro.
Conversación: Recordale los mejores momentos compartidos: el día en el zoo, cuando fueron a la plaza, etc…
Juegos: Los hay para todas las edades: el veo veo, adivinanzas, rimas, canciones, cuentos, el Memory, el Simon, etc.

 

De la redacción de tvcrecer Fuente: CrecerFeliz.com

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