Familia 113

El comportamiento de los chicos y la reacción de los grandes

El estructurado comportamiento de los adultos suele chocar con la falta de constancia en el desenvolvimiento de los chicos. La clave está en mantener la paciencia y la tolerancia, cualidades que no abundan.

El estructurado comportamiento de los adultos suele chocar con la falta de constancia en el desenvolvimiento de los chicos. La clave está en mantener la paciencia y la tolerancia, cualidades que no abundan.

Los padres solemos tener escasa tolerancia ante determinados comportamientos de nuestros propios hijos. Nos “exaspera”, por ejemplo, que en un par de segundos, ellos quieran pegar todos los stikers que vienen “de regalo” con el libro para colorear, disponible en todos los kioscos del país, y que incluye, además, a los personajes de la “película del año”, recientemente estrenada.

O que a poco de iniciar ellos una actividad que los tenía ansiosos, dibujar, por caso, repentinamente cambien de parecer. Dejen todo a medio terminar y pasen a obsesionarse con algo diametralmente opuesto, como recortar figuras de unas revistas viejas. Y una vez concretados, a duras penas, por cierto, los primeros tijeretazos (con tijera de punta redondeada, por supuesto), el entusiasmo inicial se esfuma y se va detrás de unos muñequitos de princesas (ellas) o de superhéroes (ellos), ubicados prolijamente sobre la elevada repisa del cuarto.

Esa falta de constancia, por lo general, nos saca de las casillas. No debería ser así, pero es así, en varias ocasiones. Y no hay solución posible para el problema, exclusivo de los padres. De esta manera, sin constancia ni perseverancia, funciona la cabecita de las criaturas: sin parar, creando, imaginando, y con la necesidad imperiosa de ir buscando nuevos desafíos, nuevas cosas que los estimulen. Una detrás de otra. Sin demoras.

Ellos suelen ver a algún hermano mayor, recortando algo para una tarea escolar, y con la intención de emularlo, también desean tener una tijera entre los dedos y recortar figuras. Los pequeños, rápidamente comprueban que la misión de recortar es difícil a esa corta edad y primero piden ayuda, y luego, a los pocos segundos de recibir auxilio, abandonan la idea, frustrados por el alto grado de dificultad de la labor iniciada. Y ahí, entonces, buscan hacer otra cosa, otra actividad, distinta, capaz de canalizar de una vez su entusiasmo creativo. Así el pequeño imagina, piensa, elucubra y no para de imaginar, pensar y elucubrar.

En síntesis, los padres debemos tener una mayor reserva de paciencia y más tolerancia para entender y comprender este comportamiento. No es una tarea sencilla, está claro. La tolerancia y la paciencia no vienen, como los stikers, en un libro coleccionable, ni están a disposición en todos los kioscos del país.

 

 De la redacción de tvcrecer

 

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