Preservar la magia de la Nochebuena en los niños forma parte de una tradición muy arraigada entre los argentinos. Pero ellos pierden la fantasía cada vez más temprano. Tecnología y redes sociales conspiran contra una creencia clave de la niñez.

¿Dónde escriben cartas a Papá Noel y esperan hasta la medianoche que con su figura regordeta y su espesa barba blanca asome por la ventana cargado de regalos? En casi todas las familias argentinas. Nueve de cada diez hogares del país conservan la tradición y celebran la Navidad con el armado del arbolito, la decoración de la casa, la preparación de comidas típicas y la dulce transmisión de la magia de Nochebuena hacia los más chicos.

En total, el 88 por ciento de los hogares respondió que conserva la tradición hacia los niños sobre la creencia en Papá Noel. El contundente dato surge de una encuesta, a la que accedió Infobae, elaborada por la Consultora Focus Market para la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME). El sondeo, que abarcó 2.862 casos en Capital, Gran Buenos Aires y las principales ciudades del interior del país, intenta conocer cómo viven los argentinos la tradición navideña.

A pesar de que sienten que la fecha tiene mucha carga comercial, la mayoría de las familias considera que vale la pena festejar la llegada de Papá Noel porque es una excusa para el encuentro y la unión familiar. Sin embargo, la ilusión en los chicos cada vez se termina más rápido.

«La creencia sobre Papá Noel se preserva con alta intensidad en nuestro país. Pero su ciclo de vida entre los chicos es muy dispar», afirmó Damián Di Pace, director de la consultora. E interpretó: «Quizás lo que antes se extendía hasta los 10 años hoy se puede ver truncado por el nivel de acceso a la información de chicos que tienen menos de esa edad, a través de las redes sociales e incluso mediante contactos por esos medios con sus mismos pares que ponen en cuestionamiento la creencia».

Los especialistas relacionados con la temática infantil consultados coinciden en que ahora, como máximo, ese tiempo se extiende hasta los 6 o 7 años, cuando apenas una década atrás los chicos se enteraban a los 9 o 10 años. ¿Qué anticipa el desencanto? ¿Las nuevas tecnologías, las redes sociales, la mensajería instantánea conspiran contra la creencia?

Para la licenciada en psicopedagogía, Alejandra Rabuini, los chicos «son sujetos nativos digitales que tienen un acceso diferente a la información y esto puede generar un contraste más acentuado entre fantasía y realidad que desenmascara más tempranamente la ficción del relato de Papa Noel».

«Están muy perceptivos, despiertos y atentos a todo: reciben un enorme cúmulo de estímulos que llega desde todos lados, no sólo de la escuela y la televisión, sino del entorno virtual que cada vez es más intenso: redes sociales y grupos de Whatsapp se han tornado sumamente propicios para la circulación de comentarios de amigos, compañeros de grado o primos, que ponen en duda la idea», enfatizó María Teresa Calabrese, médica psicoanalista y psiquiatra especialista en niños y adolescentes.

«En ese marco, a los padres, que buscan prolongar su propia ilusión a través de los hijos, se les hace cada vez más difícil ocultar la realidad», apuntó Calabrese que es miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA) y docente de la Universidad de Buenos Aires (UBA).

Más allá de la edad de los chicos y también del significado religioso que cada familia pueda otorgarle a esta celebración, la ilusión de Papá Noel en la niñez es un gran juego que merece ser vivido como una ceremonia lúdica en la que participe toda la familia. Por eso, advierten las especialistas, es fundamental la relevancia que cada hogar le otorga.

«Su sentido está relacionado con el recibir pero tiende a confundirse con el acumular porque se vive desde una perspectiva netamente comercial, instalada fuertemente por la publicidad y los medios. El final es un chico saturado de objetos que no registra ni valora», lamentó Rabuini.

Para evitar ese resultado y continuar con la transmisión de una de las ilusiones más lindas de la infancia, aconsejó agudizar la escucha. «Cuando un niño se siente escuchado por un adulto que logra decodificar y dar forma a alguna de sus peticiones durante esta festividad, se produce una enorme alegría, seguridad y confianza. Sabe que no está solo y que del otro lado hay alguien que desea hacerlo sentir bien».

En ese sentido, Rabuini sugirió a los padres discriminar entre todos los pedidos cuál es el que tiene mayor valor para cada chico, darles un orden de prioridad y consensuar uno o dos regalos entre todos los adultos intervinientes. «A menor cantidad de regalos, mayor capacidad de disfrute, exploración, valoración y uso prolongado del juguete», aseguró.

Seguir esas recomendaciones puede aliviar el estrés que genera salir a comprar los regalos. No es para menos porque en la encuesta de Focus Market ocupa el quinto lugar del ranking de lo peor de las fiestas navideñas. A la cabeza se ubican los ruidos y estruendos de pirotecnia (30%) y le siguen los debates familiares en la mesa navideña (15%), la tristeza y depresión por los familiares que no están (13%), reunirse con parientes con los que no se tiene buena relación (11%) y por último la compra de obsequios (11%).

De la redacción de tvcrecer Por Graciela Gioberchio para Infobae.com

 

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