Juan y Santiago Zemborain recorren más de 80 kilómetros los fines de semana; sueñan con cruzar la cordillera. 

Varios corredores y ciclistas aprovechan una mañana soleada para recorrer el Bajo de San Isidro y Vicente López, donde el caluroso clima de verano se compensa con la brisa del río. En esta típica escena de un sábado, a las 9, irrumpe a gran velocidad una bicicleta doble que se roba todas las miradas. En ella van Juan Zemborain, de 45 años, en el asiento delantero, y su hijo Santiago, un adolescente de 14 muy flaco, que aporta con su fuerza desde atrás.

«Nosotros en el tándem somos como un ovni. Nunca pasamos desapercibidos. La gente para a sacarnos fotos y filmarnos», afirma el padre durante un breve descanso, mientras que su hijo se sienta en la orilla del río a mirar fijamente el agua. Santiago tiene un trastorno generalizado no especificado (TGD), un síndrome del espectro autista, y juntos forman el equipo Empujando Límites.

Todos los fines de semana hacen largos recorridos, de hasta 80 kilómetros, que incluyen trayectos que van desde Vicente López hasta el Aeroparque o desde Nordelta hasta Villa La Ñata, entre otros. Estos viajes los comparten a través de fotos y videos con textos en las redes sociales del equipo, donde se los ve a padre e hijo, prácticamente de la misma altura, vestidos desde las zapatillas hasta los cascos totalmente de negro, como los All Blacks.

Cuando apenas era un bebe, los médicos le advirtieron a Juan que Santiago, además del TGD, carecía de tono muscular y debía entrenarse para poder tener fuerza. «En ese momento creí que la mejor forma era hacerlo pedalear. Lo primero fue un triciclo, luego pasamos a un karting y, finalmente, a una bicicleta. Desde ese momento nunca paró», cuenta Zemborain.

Si bien a lo largo de los años Santiago, fanático de los caramelos confitados, mostraba una gran mejora, surgió un problema. «Santi no tiene noción del frenado. No encuentra motivos para frenar», explica el padre entre risas mientras mira a su hijo, quien solo interrumpe su contemplación del río para esbozar palabras sueltas y saludarlo.

Con más seriedad, completa: «Yo iba siempre al lado de él con una mano sobre su freno. Pero tenía miedo porque existía la posibilidad de que yo me cayera y él se mandará a cruzar la avenida solo, lo cual era un peligro para todos».

La solución surgió por una casualidad. Juan estaba conversando con una guía de turismo sobre Santiago y la promesa que le había hecho hacía algunos años: cuando cumpliera 15 iban a cruzar juntos la Cordillera de los Andes en bicicleta. Pero no sabía exactamente cómo hacerlo. El guía lo animó contándole que una vez él había cruzado esa cadena montañosa con una persona ciega arriba de un tándem.

Otra forma de conectarse

Luego de investigar y de probar un modelo antiguo durante unas vacaciones en Miramar, con la ayuda de familiares y amigos compró un tándem deportivo en marzo de 2017. Desde entonces, recorrieron más de 2000 kilómetros.

Los días de semana suelen estar cargados de actividades en la casa donde viven Juan y Santiago, junto a su otra hija, Ana, de 18 años, en San Isidro. Se levantan a las siete de la mañana y desayunan rápido, antes de que llegue la camioneta que lo busca a Santiago para ir a la Escuela Especial Lucero del Alba.

El momento en el cual Juan encuentra tiempo para conectarse con su hijo es cuando salen a pedalear durante todo el fin de semana.

«Siempre quise ser el mejor padre posible, y en esto descubrí la mejor forma de conectarme con Santi. Nos encontramos a través de la bicicleta. Lo siento a través de los pedales, él me habla, se ríe durante todo el viaje. Hay una sensación de equipo. Sacamos lo mejor de cada uno -confiesa Zemborain, quien junto a su hermano creó una editorial-. Santi es mi personal trainer, no me deja estar un segundo quieto».

Gran parte de esta conexión la transmiten en las cuentas de Facebook e Instagram de Empujando Límites, donde la gente sigue las historias y anécdotas de sus viajes. Con estas, Juan busca incentivar a los padres en general a encontrar una actividad con la cual puedan relacionarse directamente con sus hijos.

«Yo sé que uno termina la semana cansado y lo único que quiere es descansar. Es fácil dejar al chico con la tablet, mientras uno está tirado en el sillón. Pero también te perdés de un montón de momentos llenos de felicidad», reconoce.

Grandes proyectos
Juan planea hacer varios viajes con su hijo. Comenzaron este enero con un recorrido por toda la costa atlántica, que servirá como entrenamiento para el próximo año poder cruzar la Cordillera de los Andes. También, evalúa hacer en un futuro la Cuesta del Obispo, en Salta, y el Camino de Santiago de Compostela. «Si podemos, queremos recorrer todo el mundo juntos en el tándem», asegura.

Y agrega: «Yo creo que la persona con autismo no te está ignorando, simplemente espera que vos te conectes con su mundo. El tándem es una manera lindísima de entrar en el suyo», concluye Juan, mientras su hijo se acerca para abrazarlo.

Para saber más
Empujando Límites

facebook.com/empujandolimites

Fuente: LaNación.com

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