El inicio de la pubertad supone grandes cambios tanto para las mujeres como para los varones. Ante los cambios, es normal que los chicos se asusten. Nuestro rol como padres es escucharlos y aconsejarlos y, eventualmente, impulsarlos a realizar una visita al médico.

Los cambios corporales que empiezan en la pubertad suelen asustar a los chicos: son muchos y muy rápidos, no sólo en el cuerpo sino también en la forma de concebir al mundo y a las otras personas. Estos miedos son distintos en varones y mujeres: a las chicas las asusta ser las primeras, los cambios son muy visibles, ya sea el botón mamario, o la suba de peso y los cambios en la forma del cuerpo. A veces intentan detenerlos (comiendo menos, por ejemplo) sin darse cuenta de que ese aumento de grasa corporal es necesario para que los procesos naturales sigan su curso. Del mismo modo suele costarles también ser las primeras en menstruar. Obviamente tampoco les gusta, y las asusta, cuando son las últimas. En lo emocional, las asusta sentir ganas de llorar que no entienden, les cuesta reconocerse a sí mismas en esta manera nueva de pensar, de relacionarse, de ver a sus padres y a sus pares.

A los varones, en cambio, les gusta ser de los primeros en tener cambios corporales, y los asusta cuando no llegan, temiendo que nunca van a crecer. En ese caso, vale la pena una consulta al pediatra para que los tranquilice y les cuente cómo son los tiempos para el cuerpo de ese chico. Los preocupa lo físico, crecer lo suficiente, tener fuerza, cambiar la voz, que crezca la barba, resultar atractivos, que se desarrollen bien sus genitales y que todo funcione bien.

En ambos, varones y mujeres, asusta lo nuevo por desconocido, no se reconocen en el espejo, no entienden sus reacciones, ya no les sirve el «manual de instrucciones» de la infancia y les cuesta confiar que van a saber escribir el nuevo.

Vale la pena que los padres nos tomemos un tiempo para contarles acerca de nuestra pubertad y nuestra adolescencia, los miedos, las dudas, los deseos, los sentimientos encontrados, las dificultades para encontrar ese nuevo lugar en el mundo, también en qué momento empezaron los cambios físicos y cómo fueron, ya que es probable que sean parecidos a los de ellos. Les da enorme tranquilidad que nosotros hayamos pasado por ahí y lo superamos. Es bueno que les contemos los dos (padre y madre) nuestras vivencias, seguramente fueron distintas y las dos les van a a servir para entender parte de lo que les pasa. No esperemos a que los cambios se inicien, porque tal vez llegamos tarde y ya hablaron con otra persona o ya lo resolvieron por su cuenta. Tampoco desperdiciemos oportunidades cuando ellos se acercan, seguramente vendrán en un momento poco oportuno (ellos están asustados y esa es una manera de «zafar»), paremos el mundo y escuchemos y contestemos; y si ellos no se acercan, entremos a su cuarto a la noche, cuando están en la cama y con la luz apagada, las defensas están bajas, la mirada no les pesa y están en la situación mejor para hablar y escuchar. Hagamos de esto un hábito (bueno, una vez cada tanto, no es cuestión de resultar densos) y ellos nos van a esperar con sus dudas y sus preguntas.

Es importante la visita anual al médico para que les vaya anticipando lo que va a ocurrir, para que estén tranquilos, y también a la ginecóloga (las chicas), ya que las primeras veces no las va a revisar, en cambio conocerla les saca el miedo.

tvcrecer agradece a la Lic. Maritchu Seitún de Chas