A menudo se acusa a las madres de sobreprotectoras cuando miman a sus hijos. Conviene distinguir entre sobreprotección y mimo para saber cuándo estamos perjudicando la educación de nuestro hijo y cuando, simplemente, le estamos dando afecto.

Muchas veces, por recomendación de abuelas experimentadas o maestras bienintencionadas, dejamos de mimar a nuestros hijos porque nos acusan de “sobreprotegerlos». Hablamos de sobreprotección en el caso en que la madre hace por el hijo aquello que él puede hacer sólo porque ella lo hace mejor, o porque no tiene la confianza suficiente de que el hijo pueda hacerlo, o porque la mamá no tolera que no esté perfecto. En estos casos el mensaje que subyace es: vos no podés, dejáme a mí. Si los padres dicen esto, el hijo lo cree y no se anima a intentar solo.

Muy distinto sería hacerlo porque me da placer mimarlo. Si yo le ato a un chico los cordones de las zapatillas porque a él se le desatan, o porque se las deja flojas, o para que le queden los moños parejitos, lo estoy sobreprotegiendo. Si lo hago porque me lo pide de cuando en cuando y sigo confiando en sus capacidades al hacerlo, es un mimo.

No perdamos la oportunidad de mimarlos cuando son chiquitos. Instalamos un hábito que puede perdurar, además les enseñamos (con el ejemplo) a mimar ellos a otras personas, incluidos nosotros.

tvcrecer agradece a Maritchu Seitún