Familia 87

Educar a los chicos en la sinceridad

La sinceridad es una virtud y por lo tanto, no puede darse como un acto aislado sino como el logro de un hábito a trabajar en nuestros hijos. La sinceridad enseña a los chicos a distinguir entre realidad y fantasía, entre hechos y opiniones, entre lo importante y lo secundario en situaciones fáciles y en las que contienen una mayor carga afectiva.

La sinceridad es una virtud y por lo tanto, no puede darse como un acto aislado sino como el logro de un hábito a trabajar en nuestros hijos. La sinceridad enseña a los chicos a distinguir entre realidad y fantasía, entre hechos y opiniones, entre lo importante y lo secundario en situaciones fáciles y en las que contienen una mayor carga afectiva.

La sinceridad

La primera idea importante que me gustaría dejar en claro, es que la sinceridad es una virtud y por lo tanto, no puede darse como un acto aislado sino como el logro de un hábito a trabajar en nuestros hijos. Si se trata de un hábito, implica por parte de los padres un trabajo de dedicación y tiempo.

Muchos padres preguntan desde cuándo deben educarse determinados hábitos, en el caso de la virtud a la que nos estamos refiriendo, es vital hacerlo desde que los niños son pequeños (edad ideal de educación en esta virtud es alrededor de los siete años).

¿Por qué es importante educar esta virtud? Fundamentalmente porque enseña a los chicos a distinguir entre realidad y fantasía, entre hechos y opiniones, entre lo importante y lo secundario en situaciones fáciles y en las que contienen una mayor carga afectiva. Además facilita las relaciones con los otros y con uno mismo.

Vivir la realidad con alegría le permitirá a los chicos una sana aceptación de su medio y una lógica expectativa sobre aquello que lo rodea, de manera que las necesidades que puedan plantearse sean las reales y no las impuestas por su fantasía.

También es muy importante tener en cuenta cuáles son las motivaciones que los hijos tienen a la hora de responder a una orden, recordamos aquellas mentiras que servían de motivación para el logro de una conducta, en donde personajes imaginarios se mezclan con la realidad, de allí la aparición del “hombre de la bolsa” o el “cuco” entre otros. Durante un tiempo el miedo puede servir para el objetivo a corto plazo pero muy lejos se va a estar para que los chicos puedan internalizar una orden, que luego se transforme en hábito.

Generalmente los inventos de personajes que logran lo que los padres no pueden traen la consecuencia inversa sobre todo luego que los chicos se dan cuenta.

Otro error muy común de los adultos es disculparse con las famosas “mentiras piadosas”. La mentira es siempre una mentira o no lo es, no existe la mentira que pueda disculparse y por lo tanto atenta contra el desarrollo de la sinceridad.

Justamente y en orden a evitar que los chicos mientan, apuntamos algunas soluciones:

1. La mentira muchas veces surge de necesidades que los niños sienten. Por eso se trata de fortalecer su realidad para aprender a enfrentarse a situaciones difíciles.

2. También la mentira es contagiosa. Por eso el ejemplo de los padres es vital.

3. Hay que enseñarle a los niños a reconocer su realidad y a expresarla.

Me parece que en orden a estimular a nuestros hijos a ser sinceros es que reconozcan en ellos mismos el valor que tienen sin necesidad de inventar personas que no son, sin duda será un buen camino para el largo viaje hacia la felicidad.

Para aquellos padres que quieran profundizar este tema les recomiendo la atenta lectura del libro “Formación de las virtudes humanas” de David Isaacs, fuente más que autorizada en estos temas.

tvcrecer agradece al Lic. Adrián Dall Asta

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