Familia 90

Jugar con los chicos, no tiene precio

Los chicos disfrutan haciendo actividades o jugando con sus padres. Y para los padres también es una experiencia increíble.

Los chicos disfrutan haciendo actividades o jugando con sus padres. Y para los padres también es una experiencia increíble.

Jugar con los padres, a lo que sea, es algo que realmente les gusta a los chicos. Se divierten, lo pasan bien. Bueno… Se divierten y lo pasan bien, siempre y cuando ganen el juego. Sino… Tampoco quedan conformes si advierten que los padres se dejan vencer. “Jugá en serio”, suelen reclamar. Aunque se supone que estas reacciones dependen del carácter del chico y no todos tienen el sentido de competitividad tan arraigado.
Más allá de la situación particular, a los chicos les gusta ver a sus padres involucrados en alguna actividad junto a ellos. Pero compenetrados, concentrados en lo que hacen y con la atención en estado alerta a sus indicaciones o sugerencias. Porque en cierto modo, ellos, los chicos, toman conciencia que son pares con los mayores, que están a la misma altura, haciendo lo mismo: él y su madre o su padre, sus referentes. A esa altura de la vida, los primeros tiempos de guardería o jardín de infantes, cuando recién empieza cada uno a relacionarse con chicos de su misma edad, los padres también ocupan ese rol primordial. Y son ellos, Mamá y Papá, los grandes y principales amigos, con quienes comparten más tiempo de entretenimiento y juego, y por otro lado, con quienes más quieren estar.
Esa relación genera un aprendizaje para ambos. Es mucho lo que un mayor puede aprender de un chico y viceversa. Inmiscuidos ambos en simples actividades artísticas, como dibujar o pintar, expondrán cualidades que sorprenderán al otro. El chico, más que nada por el sentido de admiración hacia su padre. Y el adulto, advertirá, en ciertos aspectos, la gran creatividad e imaginación de la criatura expresada a través del dibujo. No por la calidad de este (nadie es Van Gogh a los 2 o 3 años), sino por la utilización de los colores, la combinación, o el tipo de trazos realizados.
El orgullo también es mutuo. Para el hijo, porque jugó y se divirtió con el padre, más allá de que haya sido una actividad recreativa o un juego con ganadores y perdedores; y para el padre, porque notó en los ojos del chiquilín el disfrute inmenso de compartir una actividad o juego con su padre. Y eso no tiene precio.

De la redaccíón de tvcrecer

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