Cuando nuestra fertilidad o infertilidad está poblada de comentarios y supuestos de dudosa fundamentación. ¿Qué nos provocan? ¿Cómo desterrarlos para seguir avanzando?

¿Qué es la infertilidad?

En una pareja heterosexual, es la incapacidad de lograr un embarazo luego de un año de búsqueda manteniendo relaciones sexuales sin protección. Para las de más de 35, se recomienda consultar luego de 6 meses. Las Técnicas de Reproducción Humana Asistida (TRHA) son una de las opciones.

En las nuevas configuraciones familiares, sin embargo, la infertilidad alcanza un nuevo significado. Tanto las mujeres y los hombres solteros como las parejas igualitarias requieren de una mirada diferente de lo que era la familia “tradicional” y también deben recurrir a las TRHA.

La infertilidad en la historia

A lo largo del tiempo, la mujer siempre ha sido símbolo de fertilidad y el cuerpo de la mujer embarazada era usado como representación de diosas, alabado y venerado. En caso de no poder lograrse la concepción, la responsabilidad caía sobre nosotras. No son pocos los ejemplos de segregación y exclusión por esos motivos. Como rechazo a la no fecundación, la menstruación hacía a la mujer “intocable” en algunas culturas.

El hombre era un simple espectador, tenía un desconocimiento total del proceso de reproducción y su principal interés era el nacimiento de hijos varones, tanto para el trabajo como para la guerra. El significado que le fue dando el hombre a la paternidad también es histórico y ha cambiado mucho. Pensar en infertilidad masculina era imposible, un tema tabú, no solo por el lugar que cada uno ocupaba social y culturalmente sino porque esto atentaba en forma directa contra su autoestima, poniendo en juego su virilidad.
En la actualidad, estos conceptos han cambiado. Sabemos que las causas de la infertilidad pueden ser masculinas, femeninas o mixtas, y que existe la “infertilidad sin causa aparente” (también llamada “ESCA”), que seguramente se deba a motivos desconocidos aún por la ciencia.

Disponemos de mucha información que nos permite averiguar, comparar, disipar nuestras dudas, en un contexto en el cual también son importantes los aspectos psicológicos y emocionales de la búsqueda de un hijo que no llega.
¿Aquellas creencias han sido completamente modificadas de verdad? ¿Hemos podido desandar el camino del prejuicio efectivamente? Crecemos dentro de una cultura, somos parte de ella, podemos intentar cambiar lo que no compartimos; sin embargo, muchas otras cosas las fuimos incorporando desde tan pequeños que ya ni nos damos cuenta de su origen social, cultural o histórico. Cada elección es en parte personal, en parte consensuada con la pareja (en caso que se trate de una pareja); nuestro deseo siempre está atravesado por mandatos culturales. Nuestras decisiones están signadas por el legado familiar, las tradiciones, la religión que tenemos (o que rechazamos) y por tantos otros factores que son imposibles de descifrar.

Nuestros propios mitos

No es raro que nos preguntemos “¿hay algo mal en mí?”, “¿estoy fallada/o?”, “¿qué me dirá mi familia?”; y que pensemos “si no soy madre, no me siento totalmente mujer…”, “mi pareja podría haber tenido un hijo con otra persona”, “no soy lo suficientemente hombre”, “fracasé”. Y ¿saben qué? Estos son solo algunos ejemplos de lo que pasa por nuestras mentes.

Ideas que nos hacen daño, aumentan nuestra angustia, nos ponen más irritables. Refuerzan el dolor que ya sentimos. Nos quitan la energía y nos traban el camino que de por sí no es fácil de recorrer, que es un laberinto. Son nuestros “propios mitos”.
Necesitamos reconocer que no nos ayudan, y encontrar la forma de ver el problema desde otro lugar. Justamente, esa es la dificultad: sin darnos cuenta, muchos de los mitos sobre la fertilidad son nuestros, los tenemos incorporados, archivados en algún lugar de nuestras mentes.

Muchas parejas llegamos a las clínicas, centros de reproducción asistida, hospitales o a la consulta psicológica con muchas dudas y falsas creencias. Tal vez fueron estas creencias las que influyeron en el paso del tiempo para decidir concertar una entrevista, estando a la espera de embarazarnos “en cualquier momento” o “cuando nos relajemos” o “cuando encontremos una pareja”.

Leer también : Los mitos sobre el embarazo que la ciencia si pudo comprobar 

El consabido “así ansiosa no vas a quedar” se combina con “las parejas a menudo quedan embarazadas después de adoptar un hijo”, representando una enorme simplificación de la intrincada interacción mente-cuerpo, y desconociendo que muchas otras veces las parejas adoptan y tampoco quedan embarazadas.

Una de las creencias más controvertidas se relaciona con la edad hasta la cual una mujer es fértil, o cuáles son los indicadores de la fertilidad. Escuchamos “si tenés buena salud, sos fértil”, pero también “la fertilidad disminuye a partir de los 35”, mientras que a veces se dice “hay tiempo para seguir intentando hasta los 40”. Y a la vez, muchos aseguran: “Hay mujeres que se embarazan a los 45”. No siempre. Si creemos en “mientras tengamos la menstruación somos fértiles”, podemos llevarnos una desagradable sorpresa.
Para los hombres también hay ideas preconcebidas sin sustento, como “si un hombre puede eyacular, es fértil” o “se puede ser padre a cualquier edad”. Y también hacen daño, sobre todo cuando señalan que “si es infértil, es impotente” o “la infertilidad es un problema de mujeres”, y se vuelve a establecer una idea de culpa en quien no logra embarazarse. Lastiman también cuando introducen conceptos morales como “los tratamientos de fertilidad van contra la naturaleza”, sin considerar que nada de lo humano es ya natural, sino que todo está inmerso en la cultura.

Nos juzgan sin saber nada sobre el tema diciendo “esas técnicas matan miles de embriones” o “las mujeres que hacen tratamientos de fertilidad siempre tienen mellizos o trillizos”.

Cuando el contenido de los mitos influye en la búsqueda, puede provocar grandes errores, como creer que “la ovulación se produce en el día 14 del ciclo”, que “tener relaciones sexuales diariamente ayuda a concebir”, que “la concepción se realiza en el momento de la relación sexual”.

Otros mitos

? “Fumo pero no tengo que dejarlo hasta que me embarace.”

? “Todas las mujeres en mi familia tuvieron bebés a los 40 y tantos, así que estoy bien.”

? “Hago yoga y ejercicio. Estoy en muy forma, la edad no afectará mi fertilidad.”

? “Sé que perder peso podría ayudar a lograr el embarazo, pero…”

? “Solo las mujeres necesitan tomar suplementos vitamínicos antes de un embarazo.”

? “Las ETS (enfermedades de transmisión sexual) afectan mi salud, pero no afectan intentar tener un bebé.”

? “Para embarazarnos debemos tener relaciones 24 horas después de la ovulación.”

? “Después de un tratamiento de fertilidad hay que hacer reposo.”

? “Si ya tuve un hijo podré tener otro.”

Los mitos ajenos

Hay otra versión de estos mitos, la que viene de nuestro entorno, expresada como consejos, intentos de solución, críticas o simplemente cuando nos juzgan por nuestra forma de formar una familia.

Algunos de esos mitos los compartimos socialmente y, por lo tanto, tal vez tenemos que desafiarlos internamente para poder modificarlos.
Cuando una amiga nos dice: “Seguro de las vacaciones vuelven embarazados” o “cuanto menos pienses en el bebé, más rápido te vas a embarazar”, probablemente quisiéramos gritarle que ya nos fuimos muchas veces de vacaciones y no nos embarazamos o que tratar de no pensar en algo es una muy mala idea.

Si en una reunión familiar alguien propone “¿pensaron en adoptar?” o “¡deberían tomar DHEA!, conozco una pareja que empezó a tomarla y se embarazaron”, sentimos que nos invaden, que se meten en nuestra vida, que piensan que no sabemos nada, que no pensamos, que no estamos luchando como nosotros sabemos que lo hacemos diariamente.
Y si tenemos un hijo, nunca falta el comedido que en el ascensor nos pregunta: “¿Y la parejita para cuándo?», “hay que darle un hermanito/a…”, como si le importara, como si hubiera que tener dos hijos y además de sexos diferentes.

Las MSPE (madres solteras por elección) hemos escuchado muchas veces: “¿Y si en vez de un banco de semen, le pedís a un amigo?”. En ese momento dudamos… ¿le contestamos?

Tal vez alguien quiere ser más específico y explica que “poniendo las piernas hacia arriba después de tener relaciones es más fácil embarazarse” o “es bueno probar diferente posiciones”.

Para ese momento ya no damos más y a veces estallamos. A los gritos, en llanto, salimos corriendo o escapando. No queremos escuchar más consejos.

TvCrecer le agradece a Clarin.com

* Extractos del libro «Saliendo del laberinto (los 20 años de Concebir Asociación Civil)». El capítulo «Mitos ajenos y propios sobre la (in)fertilidad» fue redactado por por Gabriela Barontini, Psicóloga Perinatal Integrante del equipo de Psicología de Concebir y
Estela Chardon Cofundadora de Concebir, Psicóloga Perinatal y madre por ovodonación.

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