Día del Niño: le donó médula a su papá y se convirtió en el héroe de la escuela: Si Alejo fuera un superhéroe atacaría con la sonrisa. Es como un arma que lo protege de todo, aunque él se queja de que ese gesto descubra un defecto. “Se ven los dientes de conejo”, plantea.

Tiene 8 años. Es pequeño, pero también es un gigante. El mes pasado donó médula ósea a su padre, afectado por una leucemia. A veces lo cuenta con sencillez y explica que le dio “un poquito de sangre” para “sanarlo”. En otros momentos es más crudo: a sus maestras les dijo que la vida del padre dependía de él. Su historia, su enorme acto de amor, conmovió al país.

En Puerto General San Martín, la ciudad santafesina donde vive–ubicada unos 40 kilómetros al norte de Rosario–, el Concejo Deliberante aprobó un proyecto para distinguirlo como “Niño destacado” de la localidad. La iniciativa, que fue aprobada por unanimidad, busca mostrarlo como un ejemplo de vida, pero también generar conciencia sobre el valor de donar órganos.

La clínica de Buenos Aires donde estuvo internado junto a su padre –el hombre permanece allí mientras se monitorea su evolución– lo eligió como paciente del año. Sus padres, los docentes, su entorno, coincidirán al describirlo como un chico “feliz, afectuoso, tranquilo, entusiasta, sensible”. Esa personalidad, y el amor desbordante por su padre, lo llevaron a “no dudar ni un segundo” cuando le explicaron que era el único en condiciones de donarle médula ósea.

“Estoy orgulloso de él, pero no sólo por este acto. Tiene un corazón muy grande y esa forma de ser que, donde va, donde pisa, deja una huella muy importante. Es un amor. Hoy es chico y a lo mejor no lo entiende, pero el día de mañana él también estará orgulloso”. El que lo describe sin ocultar la emoción es Rodolfo Ferrero, papá de Alejo.

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El joven, de 27 años, permanece internado y con algún contratiempo de salud, pero espera tener pronto el alta ambulatoria. Eso le permitirá reencontrarse con Alejo y su otro hijo de tres años. En dos meses lo someterán a una punción para determinar cómo está la médula. Si es necesario Alejo volverá a donar.
Rodolfo está en una clínica privada del barrio porteño de Congreso. A 300 kilómetros de distancia, Alejo se encuentra rodeado por el bullicio de sus compañeros de tercer grado de la Escuela 1398. Es viernes y se nota la efervescencia previa a un fin de semana largo con el Día del Niño incluido. “Con mi papá hablo mucho. Tengo ganas de verlo. Me parece que está bien. La primera vez que estaba internado me habló llorando, pero ahora está mejor porque me habla bien. Mi mejor regalo es que él se cure”, cuenta con timidez. No lo ve desde el mes pasado, cuando viajó para donar. “Cada vez que se iba a internar mi hermanito y yo nos enfermábamos”, recuerda Alejo.

A su papá le detectaron la enfermedad en enero de 2015. Este año, después de una recaída tras someterse a sesiones de quimioterapia, concluyeron que no quedaba otro camino posible que la donación de médula ósea. Y el único compatible era Alejo, a pesar que su padre se negaba a que lo sometan al tratamiento.
El niño habla sobre la falda de Gabriela Nestares, la directora de la escuela. La mujer lo contiene con sus brazos. Pero también con su afecto. Gladys González y Adriana Acosta, sus maestras de Lengua y Matemática, también son puro amor con él. Ellas explican que para el resto de los chicos Alejo se convirtió en “héroe” el día que lo empezaron a ver contando su historia de vida frente a las cámaras de televisión.

Silvana, su mamá, asegura que la situación no lo cambió. “Por ahí no tiene mucha noción de lo que hizo y lo que causó”, opina. A veces bromean y él le dice que es “un niño famoso”. Por lo demás la vida continúa igual. Alejo adora jugar y disfrazarse con cualquier cosa que encuentre en su casa. Intentó con el fútbol y con el vóley, se hizo fanático de River, pero lo suyo no es el deporte. Tiene claras inclinaciones artísticas.

Su maestra de Lengua destaca que hace “unos cuentos fantásticos”. Desde los siete años, además, asiste a un taller de títeres, una actividad a la que se aferró cuando las adversidades de salud de su padre ponían en jaque a la familia. Confecciona los personajes y los maneja. “Es una chispita de luz. El día que no está, lo notamos”, comenta Gloria Ruiz, su profesora de taller. “No creo que pueda valorar todo lo que está haciendo, que se de cuenta lo que significa prolongar la vida de otro”, evalúa.

El vicepresidente del Concejo Deliberante de Puerto General San Martín, Walter García, anticipa que el jueves próximo se le entregará el diploma que lo distingue como “Niño destacado”. La idea es darle un regalo sorpresa. Alejo parece ajeno a todo eso. El sólo quiere volver a jugar a las “luchitas” con su padre e ir a pescar a la isla con él. Cuando habla de eso aparece su sonrisa invencible. La misma con la que uno lo cree capaz de vencer cualquier fantasma.

Fuente: Clarin.com

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