Decirle a tu hijo que no llore es una oportunidad perdida: Se pierde la posibilidad de conectar con el mundo interno de los niños y de ayudarlos a construir su propia regulación emocional.

El llanto tanto en los bebés como en los niños es una forma de comunicación, es uno de los principales recursos con los que cuentan para expresarse. En los bebés o incluso también en niños que ya dicen varias palabras o frases de corrido, el lenguaje no está aún consolidado como para expresar sentimientos o emociones de la manera en que lo hacemos los adultos. Por ejemplo si yo estoy cansada, puedo decírselo a quien está a mi lado, lo mismo si estoy triste o si estoy contenta, ya que dispongo de las palabras para comunicar mi estado anímico.

En los bebés y en los niños el llanto, el cuerpo, el tono muscular, el lenguaje gestual y el comportamiento son vías preferenciales de expresión de su universo afectivo. Si un chico tuvo un problema en su casa o en el jardín, tal vez no pueda decirlo con palabras pero sí es muy probable que muestre algún cambio en su comportamiento cotidiano, que esté más irritable, más sensible o tal vez más tenso de lo habitual. Por esta razón es tan importante estar atentos a todas las formas de comunicación que disponen los bebés y los niños.

Es fundamental comprender que si un bebé llora, algo nos está queriendo decir. Nunca es aconsejable ignorar o desatender el llanto del bebé o un niño, como claramente el de ningún otro ser humano. Si jamás le diríamos a un adulto que ignore a su pareja o a su amigo cuando necesiten ayuda ¿cómo puede ser que aún existan profesionales que sugieran a los padres ignorar el llanto de sus bebés? Sobre todo cuando sabemos que el llanto es uno de los principales medios de expresión durante los primeros años de vida.

Durante la primera infancia el bebé humano se encuentra en un estado de absoluta vulnerabilidad y dependencia. La evidencia científica actual ha demostrado en infinidad de estudios los efectos perjudiciales que tienen a corto y largo plazo, los excesos de estrés cotidiano en bebés y niños pequeños.

Los seres humanos nacemos en un estado de dependencia absoluta y sólo podemos desarrollarnos y sobrevivir gracias al cuidado de un entorno facilitador que brinde los cuidados necesarios. La independencia que vamos alcanzando con el paso de los años, siempre es una independencia relativa ya que el sujeto humano es un ser social por naturaleza. Pero ese camino hacia la independencia no puede ni se debería forzarse. Y muchas veces por intentar apurar los procesos madurativos lo único que se genera es alguna forma de interferencia, que es provocada por una falla en las funciones del ambiente.

Regulación emocional, intersubjetividad y apego

Actualmente sabemos que la regulación emocional es un proceso intersubjetivo, es decir que se produce en el encuentro con otras personas desde el comienzo de la vida. Así como un bebé no podría sobrevivir físicamente sin un adulto que tome a su cargo la función de alimentarlo y cuidarlo, de la misma manera el contacto afectivo también es una necesidad básica que requiere de la presencia continua de un adulto que contenga, calme y ayude al bebé regularse emocionalmente.
John Bowlby, psiquiatra y psicoanalista inglés definió al apego como la tendencia de los seres humanos a desarrollar una relación afectiva con al menos un cuidador principal, al que llamó figura de apego. Los seres humanos nacemos con una disposición a buscar proximidad con una o más figuras específicas, sobre todo en determinadas situaciones de temor, cansancio o enfermedad. Las conductas de apego buscan mantener la cercanía con la figura de apego y desempeñan un rol fundamental en el instinto de supervivencia de nuestra especie.
La figura de apego (habitualmente la mamá y/o el papá) cumple una función doble: es una base desde la cual el niño puede alejarse para explorar el mundo y a la vez, un refugio al cual volver ante situaciones adversas. Bowlby plantea que generalmente hay una figura de apego principal y otras auxiliares. Para el desarrollo emocional saludable, para que se establezca una pauta de apego seguro, es fundamental que esta figura sea una persona que persista en el tiempo, que sea confiable, responsiva (esto quiere decir, que acuda al llamado o llanto del niño) y que ofrezca contacto y consuelo en los momentos difíciles.

Si el niño confía en que su figura de apego se encontrará disponible cuando la necesite, esto le brindará seguridad para poder alejarse y desde allí salir a explorar el mundo.

La teoría del apego nos ha enseñado que el sistema de apego nos acompaña a lo largo de toda la vida, no es algo exclusivo de la infancia. Lo que va a variar con el paso de los años son las figuras de apego, es decir, las personas con las que entablaremos este vínculo afectivo tan especial. Este intercambio emocionalmente regulador que al comienzo establecemos con los padres o cuidadores, a medida que crecemos, lo entablamos con otras nuevas figuras de apego, personas que pasan a ser significativas en nuestra vida, como una pareja o un amigo íntimo. Estas personas en la vida adulta cumplen una función afectiva similar a la que desempeñaban los padres en la infancia: brindan sostén, apoyo y regulación afectiva en situaciones emocionalmente intensas.

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Durante la vida establecemos pocos vínculos de apego y nos regulamos afectivamente en contacto con estas figuras significativas. Si un día vivimos alguna situación angustiante, recibimos una mala noticia o sufrimos un accidente ¿a quién llamaríamos? Esa persona a la cual recurrimos ante una situación afectivamente intensa, es nuestra figura de apego. Es importante señalar que intenso no se reduce únicamente a situaciones adversas, también lo nuevo o lo desconocido puede resultarnos intenso en términos emocionales.
La teoría del apego sostiene que todos los individuos (salvo alguna excepción muy patológica) establecemos un vínculo de apego, que según la modalidad puede ser seguro o inseguro. Por eso muchas veces cuestionamos la denominación tan difundida actualmente “crianza con apego”, simplemente porque no se podría criar a un niño con apego o sin apego. Todos los seres humanos desarrollamos vínculos de apego, lo que puede variar son las pautas de apego, es decir qué clase de vínculo afectivo entablamos con nuestros seres significativos.

La intersubjetividad y el reconocimiento mutuo

Los bebés y los niños necesitan de la contención y sostén emocional de un otro, la mayoría de las veces son los progenitores quienes cumplen esta función.
Hoy sabemos que los bebés son sujetos activos, no sólo observan y absorben como esponjas lo que sucede a su alrededor sino que además y sobre todo, desempeñan un rol fundamental en la búsqueda de sus propios estímulos. Esta información que reciben del mundo exterior es procesada y elaborada por su psiquismo incipiente, pero un bebé no podría llevar a cabo esta tarea sin la presencia de una madre suficientemente buena, que desempeñe, entre otras funciones, la tarea de filtrar la cantidad y la calidad de estímulos que recibe el pequeño, facilitando así su procesamiento. Para poder llevar a cabo esta función de manera exitosa es esencial que la madre (o quien desempeñe esta función) se encuentre en sintonía afectiva con su bebé, que pueda identificarse con él, adaptarse activamente a sus necesidades y responder de manera empática. Donald Winnicott, pediatra y psicoanalista inglés, llamó a esta capacidad “preocupación maternal primaria” y gracias a ella se puede ir configurando un vínculo de regulación afectiva entre el bebé y la mamá.
Todo niño necesita sentirse reconocido y validado por su mamá, de la misma manera que ella también necesita recibir una respuesta por parte de su hijo; de lo contrario este diálogo afectivo se puede ver interrumpido o interferido.

La relación diádica de la mamá con su bebé es una relación en la que intervienen como mínimo dos subjetividades, la de la madre y la del niño. Ambos tienen la necesidad básica de todo ser humano de ser reconocido. La intersubjetividad es una motivación humana básica y si esta necesidad no está satisfecha, es posible que aparezcan sentimientos de desamparo y soledad y que el desarrollo emocional del niño se vea comprometido.

Validación emocional

Los niños necesitan sentirse reconocidos y validados emocionalmente por sus padres. Las emociones al comienzo de la vida suelen expresarse de manera intensa, sin mediación ni espera. La alegría cuando aparece es inmensa, como así también el enojo y la angustia; aparecen urgentes y sin dilación. Es el adulto quien a través de su madurez emocional, dispone de la capacidad para brindar la contención y la regulación de esas emociones. A medida que el niño crezca, irá desarrollando una capacidad creciente para autorregular sus afectos, pudiendo modular así su expresión, tomando como referencia lo que ha aprendido de sus propios padres. Si mamá o papá cuando se enojan explotan, seguramente eso sea lo que el niño aprenda a hacer cuando esté enojado.
Esta etapa de enorme dependencia emocional no es fácil de sobrellevar y no siempre resulta agradable para los padres. Se puede tornar difícil para una mamá o un papá soportar los enojos o los llantos de su hijo. Pero al mismo tiempo, es fundamental que podamos sobrevivir a ellos, esto quiere decir que no respondamosretaliativamente, ni actuemos del mismo modo que el niño. Somos los padres como personas adultas quienes podemos aportar la madurez emocional que el niño aún no posee. Esta regulación externa provista por el adulto, permite que luego el niño pueda autorregularse, que interiorice esa función.

Por esto mismo es que el niño no puede ser figura de apego de la madre ni del padre, ya que una de las principales funciones de la figura de apego es brindar protección; en este aspecto la relación del niño con sus cuidadores es asimétrica e irreversible. Entre un bebé y su mamá, se establece un proceso de interregulación pero es el adulto quien ofrece el sostén, el cuidado y la protección.Esta etapa de enorme dependencia emocional no es fácil de sobrellevar y no siempre resulta agradable para los padres. Se puede tornar difícil para una mamá o un papá soportar los enojos o los llantos de su hijo. Pero al mismo tiempo, es fundamental que podamos sobrevivir a ellos, esto quiere decir que no respondamosretaliativamente, ni actuemos del mismo modo que el niño. Somos los padres como personas adultas quienes podemos aportar la madurez emocional que el niño aún no posee. Esta regulación externa provista por el adulto, permite que luego el niño pueda autorregularse, que interiorice esa función.

Por esto mismo es que el niño no puede ser figura de apego de la madre ni del padre, ya que una de las principales funciones de la figura de apego es brindar protección; en este aspecto la relación del niño con sus cuidadores es asimétrica e irreversible. Entre un bebé y su mamá, se establece un proceso de interregulación pero es el adulto quien ofrece el sostén, el cuidado y la protección.
Conectarnos con lo que le sucede al niño es un modo de decirle que lo comprendemos, que entendemos lo que le sucede y que podemos ponernos en su lugar. Es ser empático con él. Hay momentos en que no podemos evitarle el sufrimiento pero sí podemos brindarle contención y reconocerlo como sujeto sensible.
Criar a un niño desde el amor y el respeto, no es modelarlo a imagen y semejanza de nuestro deseo. Es acompañarlo, guiarlo, regularlo, ayudarlo a procesar y manejar sus emociones. Si a un chico que está llorando le decimos que no llore o que no tiene razones para ponerse así, nos estamos perdiendo la posibilidad de conectar con su mundo interno y de ayudarlo a construir su propia regulación emocional.

Hay veces que a los padres se nos hace difícil ofrecer contención, sobre todo cuando somos nosotros mismos los agentes del enojo, los que limitamos o causamos la frustración en el niño al impedirle hacer algo que se propone. Pero aún cuando decimos que “no” a algo y eso causa enfado o molestia en el niño, podemos ofrecerle un abrazo o bien pronunciar palabras que lo ayuden a tranquilizarse.

De la redacción de tvcrecer Por Lic. Ivana Raschkovan. Psicóloga clínica. Docente de la Facultad de Psicología (Universidad de Buenos Aires), para Clarin.Com

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