El cambio de vida que supone el nacimiento de un hijo provoca tensiones en la pareja. Si les ocurre, intentar poneros en el lugar del otro y utilizá un método práctico para alcanzar acuerdos.

Una prueba de fuego para la relación

Está demostrado: durante el primer año de vida del bebé (especialmente si es el primogénito) la pareja discute más.

De hecho, los meses iniciales son una prueba de fuego para la relación, porque junto a la alegría y la ilusión por la llegada del hijo aparecen falta de tiempo.  Aumento de tareas, más gastos, dudas y temores, nuevas decisiones que hay que tomar de común acuerdo…

Existen pautas para afrontarlo

Afrontar todo esto es necesario para adaptarse a la nueva situación: el paso de pareja a padres ¡sin dejar de ser pareja!

Para lograrlo, ambos deben hacer un esfuerzo, superar algunas dificultades prácticas del día a día y permitir que su relación cambie para volver a encontrar el equilibrio.

¿Complicado? Es cierto. Pero existen pautas que facilitan el proceso y que ayudan a disfrutar con más intensidad una etapa tan especial y emocionante como es el primer año con el bebé.

Por qué tanta pelea

Tras el nacimiento del niño, la madre se enfrenta a multitud de incertidumbres; además, se encuentra agotada por el parto y necesita descansar, pero sólo tiene tiempo para atender las demandas del hijo.

Por su parte, el padre se siente abrumado por la responsabilidad y los nuevos deberes, algo que afronta con mucho cansancio y poca paciencia debido a la revolución de horarios y a la falta de sueño.

No hay tiempo para organizarse y aunar criterios sobre los cuidados del recién nacido o el reparto de tareas, y menos aún para conversar, divertirse y disfrutar juntos.

Y que aparezcan personas de fuera para ayudar (la madre, la suegra, los tíos…), aunque lo hagan con la mejor intención y resulte necesario en muchos casos, suele añadir más tensión y generar nuevas discusiones entre la pareja.

Leer también: ¿Qué es la crianza con apego o la crianza respetuosa?

Un ambiente de tensión

En las situaciones extremas las personas nos volvemos referenciales: nos parece que el otro hace y dice las cosas para dañarnos, nos sentimos incomprendidos y tendemos a pensar que la mayor parte de las responsabilidades recaen sobre nuestras espaldas.

Esta percepción desajustada de la realidad nos lleva a envidiar la posición del otro, que consideramos más ventajosa. Y, como consecuencia, reaccionamos a la defensiva: saltamos a la primera de cambio, exigimos de forma exagerada y continua y nos creemos en posesión de la verdad.

Todo esto abona un ambiente tenso que aumenta la irritabilidad, provoca peleas continuas y hace que se pierda el sentido de unidad y de trabajo en equipo en la pareja.

Conocer los puntos conflictivos

En los periodos críticos, el organismo tiende a reaccionar como si la situación fuera a durar toda la vida, algo que nos hace perder la perspectiva.

Para afrontar mejor este desafío, el primer paso es tener claro que los meses iniciales con el bebé son una etapa complicada, pero pasajera: después del tercer o cuarto mes todo comienza a ser más sencillo, la madre recupera su estado físico y anímico, el padre se siente más implicado, los horarios del pequeño se normalizan…

También es esencial que los dos reflexionen sobre lo que les está pasando: si piensan, por ejemplo, que muchas veces es la falta de tiempo y el cansancio lo que les hace reaccionar mal, podrán ponerse en la piel del otro más fácilmente.

Y desde esta postura de reconocimiento es más sencillo acercar posiciones y recordar que forman parte del mismo equipo.

La comunicación, esencial

Por otro lado, con la nueva responsabilidad que supone la llegada del bebé es muy común que cada miembro de la pareja dude en silencio de su competencia personal. Y es natural. Sobre todo con el primer hijo, nunca se está seguro de hacer las cosas bien, ni de saber lo que le pasa.

Compartir esas incertidumbres con el otro contribuye a unir a la pareja, mientras que no hacerlo genera sensación de aislamiento.

Además, hablar de ello también con familiares y amigos cercanos ayuda a entender que estos temores son naturales y a manejarlos sin sentirse culpable.

¿Y el reparto de tareas?

Por otro lado, hay que evitar caer en un error bastante frecuente: pretender un reparto igualitario en los cuidados del bebé.

El niño es de los dos, pero no siempre al 50%. Los padres deben tener claro que hay aspectos, situaciones y etapas del pequeño donde la presencia de uno es más relevante que la del otro.

Así podrán establecer normas realistas para cuidarle en cada momento, buscando el equilibrio en el reparto de trabajo con el resto de las tareas.

vos, yo y nosotros

En este sentido, la madre debe controlar su nivel de exigencia, que suele dispararse con la maternidad al igual que ocurre con la tendencia a creer que sólo ella puede atender correctamente al bebé.

Dejar que el padre la releve en muchos de los cuidados funciona muy bien y es necesario para que él se implique más y se sienta vinculado al niño (en los primeros meses el vínculo madre-hijo es tan intenso que muchas veces el padre se siente como un extraño).

Por su parte, el padre debe mostrarse atento, valorar la dedicación de la madre y estar dispuesto para cualquier cosa que se necesite.

Y, juntos, han de proponerse manejar el cansancio y recuperar algunos momentos de ocio. Para eso ayuda contarse lo positivo del día de cada uno.

Y una regla de oro: para lograr hablar sin fricciones sobre los puntos en los que discrepamos ayuda empezar tratando aquello que compartimos; así se crea un ambiente cómplice que favorece la comunicación.

Mantener las formas importa

A pesar de lo dicho, habrá veces en las que la situación se descontrole; en ocasiones de estrés los nervios juegan malas pasadas y todo se dramatiza.

Para superar esos momentos está bien recordar que nadie posee la razón absoluta e intentar ser tolerantes.

Iniciar el acercamiento no significa que vayamos en contra de nuestras convicciones, sino que abrimos una vía de entendimiento y aceptamos nuestra parte de responsabilidad en la discusión.

Al hacerlo, demostramos que el otro sigue siendo la persona con la que queremos compartir nuestra vida. Y eso aporta tranquilidad y calma las emociones.

Actitudes efectivas

Además, hay algunas actitudes que contribuyen a hacer las paces: esperar a que los ánimos estén algo relajados y actuar de corazón; hacer un comentario positivo y afectuoso sobre alguna cualidad de la otra persona; apoyar la cabeza en su hombro o cogerle del brazo; emplear un mote cariñoso e íntimo…

Reconciliarse merece la pena porque es gratificante para ambos y porque un clima discordante y tenso es muy nocivo para el bebé, que con el tiempo puede llegar a manifestar síntomas como irritabilidad, nerviosismo, problemas de sueño, retraimiento e inseguridad.

En definitiva, no olvidéis que ahora que sois padres está en vuestra mano ofrecer a vuestro hijo un ambiente de paz y entendimiento que le permita crecer armoniosamente.

Claves para discutir sin enfadarse

Seguir estas estrategias los ayudará a aunar criterios y negociar acuerdos:

  • Delimitar la cuestión. Concentrarnos al tema a resolver (¿quién debe levantarse si el bebé llora?, ¿cómo hay que organizar los gastos?). Así van a evitar generalizar sin resolver nada o sacar a relucir rencores pasados.
  • Tener flexibilidad. Mostrarse dispuestos a cambiar puntos de vista y ofrecer y aceptar soluciones intermedias. Recordad que nunca hay un solo modo correcto de hacer las cosas.
  • Escuchar al otro. Establecer turnos para hablar, guardar silencio para escuchar y entender al otro y observar cómo responde a lo que le decís.
  • Evitar etiquetarlo. Hacerlo crea más motivos de fricción. Preguntar sin agredir (hay que evitar los“vos siempre…”) y darle tiempo para expresarse.
  • No insultar ni humillar. Estas actitudes hacen que se pongan a la defensiva y se pierdan el respeto. Si los ánimos están muy exaltados, tomarse un tiempo para relajarse antes de hablar.
  • Buscar acuerdos. No se discute para ganar, sino para llegar a un punto de encuentro. Y lograrlo es algo que depende de ambos.

¿Y qué pasa con el sexo?

Las relaciones íntimas también suelen resentirse en esta época. Para evitarlo:

  • Asumir que, de momento, la espontaneidad en lo que respecta al sexo no va a formar parte de vuestra vida cotidiana.
  • Hablar sobre lo que van a hacer cuando no esten tan cansados, o cuando el bebé se duerma… Así estimularan el deseo.
    Conectar con la situación afectiva del otro, tratar de complacerlo, tener detalles…
  • Asesorse y tomar medidas para solucionar el temor, tan común ahora, a que se produzca un embarazo no deseado.
  • La mujer experimenta cambios que disminuyen su apetencia sexual, pero puede recuperarla si disfruta de los momentos de intimidad sin presiones.
  • El hombre teme que su pareja no vuelva a interesarse en él, pero debe comprender que esta situación es pasajera, tener paciencia y persuadir en lugar de exigir.

De la redacción de tvcrecer Fuente: Crecerfeliz.com

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